miércoles, 6 de abril de 2011

¿Átomos sí, o átomos no?

La catástrofe natural ocurrida en Japón el pasado 11 de marzo, y el posterior desastre vivido en la central nuclear de Fukushima, ha reabierto un debate que si bien nunca ha estado dormido, siempre ha estado latente: energía nuclear, ¿sí o no? Pero la respuesta no se antoja tan simple.

Es cierto que la construcción de una central nuclear no es nada barato, llegando a costar más de 3.000 millones de euros, y que tanto el almacenamiento de sus residuos como el mantenimiento de su seguridad también exige unos costes muy elevados, en comparación con otras energías, como las renovables. Pero un kilovatio de energía renovable cuesta 0,7 euros, frente a los 0,1 que cuesta a partir de la fisión de un átomo.

Todo lo que se está viviendo en Japón ha hecho que los contrarios a la energía nuclear alcen su voz, y que los que siempre la han defendido, se muestren cautelosos. Ahí está el ejemplo de Angela Merkel. Los políticos saben que no se trata tan sólo de un debate sobre la seguridad que implica un reactor nuclear, o sobre su impacto en la economía. Se trata de votos.

Y mientras unos y otros se preocupan cada uno de diferentes asuntos, la verdadera cuestión permanece callada. Los países desarrollados despilfarramos energía, y por tanto la energía atómica se vuelve necesaria. Ya lo decían en Francia, segundo productor mundial: “No tenemos petróleo, no tenemos gas, no tenemos carbón, no tenemos elección”. Hay que cubrir las necesidades del pueblo, y eso implica también las energéticas. Pues eso, cuestión de votos.

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