lunes, 14 de febrero de 2011

Sortu, esa gran incógnita

El anuncio de los estatutos de Sortu, el nuevo partido de la izquierda abertzale, se produjo ayer entre una gran expectación por saber que diría el grupo nacido de las cenizas de Batasuna. Principalmente, su mensaje fue de condena hacia “la violencia o la amenaza en cualquier forma” incluidas las practicadas por ETA, según expresaron tanto Rufi Etxeberría como Iñigo Iruin, principales portavoces del partido.

La izquierda abertzale pretende con este movimiento recuperar su presencia parlamentaria, para así estar en las elecciones del 22 de mayo. Pero además, con esto pretende desmarcarse de la formación terrorista, paso que podría acercar el final del conflicto armado. Sin embargo, la experiencia recuerda que no se debe actuar de manera poco meditada.

Un sector de la izquierda abertzale ha estado notablemente vinculado con ETA, y no sería la primera vez que las esperanzas se tornan en desengaños, por tanto la cautela no parece una mala herramienta en esta situación tan delicada. Por otra parte, la escisión con los etarras abre un pequeño rayo luz en un futuro camino hacia la paz. Si Sortu decide respetar las reglas del juego democrático, el final de la banda terrorista estará más cerca.

Hay que mantener la cabeza fría y mirar más hacia el futuro que hacia atrás, y la realidad es que, si se demuestra que el partido cumple con los requisitos para hacer política, no hay motivo para que este no sea aceptado. El devenir de los futuros acontecimientos puede depender de lo que se decida hacer con Sortu.

lunes, 7 de febrero de 2011

La hora de Oriente Medio

Oriente Medio vive momentos convulsos desde que el pasado 17 de diciembre Mohamed Bouazizi, joven tunecino de 26 años, encendiera la chispa necesaria para agitar a las masas contra los regímenes que las oprimen desde hace décadas. Su suicidio fue un acto desesperado ante una situación cada vez más difícil para todo Túnez, pero en especial para los jóvenes universitarios.

Sin posibilidad de encontrar un trabajo cualificado, Bouazizi se dedicaba a vender verduras para mantener a su familia, hasta que este le fue arrebatado por la policía. No pudiendo aguantar más, se prendió fuego. Todo el país recogió su testigo, y se alzo en rebelión para acabar con Zine El Abidine Ben Ali, el dictador que oprimió al pueblo tunecino durante más de dos décadas.

La revuelta efectivamente, logró la huída de Ben Ali y el contagio a los países colindantes. Caso significativo en estos días es el de Egipto, donde Hosni Mubarak mantiene ya desde hace dos semanas el pulso contra el pueblo egipcio, aferrándose al poder contra viento y marea, mientras la situación se recrudece por momentos. El hambre, la sangre y la furia campan a sus anchas en el país de los faraones.

Es difícil vaticinar un resultado cuando los acontecimientos se están viviendo aún, así como resulta imposible discernir si las revueltas traerán lo que de verdad el pueblo quiere, o tanto sólo serán un espejismo en medio del desierto. El pueblo ha de tener la libertad de elegir lo que desean para ellos mismos, y sus consecuencias afectarán al resto del globo.